lunes, 13 de diciembre de 2010

Un loco cazador de eternidad


"¿Buscar la verdad? Eso solo a un loco se le ocurre. La verdad no existe, todo es relativo" Palabras que irritan mis oídos, no solo de tanto veces haberlas escuchado, sino también pero el significado que expresa. Frase que engloba de una manera precisa una época, nuestra época: El tiempo de los anti filósofos.

Recuerdo haber leído esa palabra en algún escrito de internet de Alain Badiou, un filosofo contemporáneo. Quizás lo saque un poco de su significado original, pero para mí significa precisamente lo que son la gran mayoría de pensadores de nuestro tiempo; tiempo que se inaugura dejando atrás los ideales que perseguía la modernidad; nuestro tiempo es la posmodernidad. Sus profetas son los anti filósofos, seres que ya no buscan la verdad porque creen que no existe o que es imposible alcanzarla. Dejaron atrás esos ideales de poder alcanzar la eternidad, sinónimo de piedra de base desde donde podemos erigir nuestro edificio existencial sin derrumbarse ni tambalear ante los vientos huracanados de una dura crítica. Ahora, solo construyen con arena que fácilmente se la lleva el viento; constructores cuya esperanza, tan propia del ser humano, se ve en el diálogo y en el convenio, que sirve como cemento a la hora de erigir el edificio de conocimiento.

Lejos quedo las épocas donde gigantes caminan por la tierra; colosos que sobre sus hombros llevaban una bolsa llena de saberes cohesionados de manera coherente. Estos gigantes ayudaban a los hombres, mediante el contenido de su bolsa, a encontrar el camino que debía seguir. En los tiempos actuales, en estas tierras solo hay hombres, tan efímero como suena, que dedican su vida a especializarse en un determinado tema, muchas veces profundizando hasta donde su voluntad lo permita en la rama que decidió trepar del árbol del saber. En esa rama busca su seguridad. Muchas veces saben sobre las otras ramas que hay en ese árbol, pero por ese deseo inconsciente de protección desean quedarse solo en lo que dicen conocer. Esto, a la vez, los hace caer en una contradicción: el hombre sabe de que existe, por naturaleza, se pregunta cuál es el sentido de su existir, pero para poder responder esto tiene que buscar en todo el árbol del saber, no solo en una minúscula parte. Pero nuestra época, cuelga en cada rama un cartel que dice: "Explorar todo el árbol es de locos, es una pérdida de tiempo, pues nada encontrarás" Y así, el hombre encasillado en lo que conoce, su época, expresada en el cartel, presente desde que nace, y su rama donde se asentó, se queda sin poder responder a las preguntas existenciales que lo acechan; cayendo lo absurdo ( al no poder responder a las preguntas y al hacerle creer en lo tonto que es hacerse esas preguntas). Así solo le queda para poder vivir, sumergirse en el trabajo, sumergirse en esa especialización que lo mantiene ocupado y evita de cierto modo que surjan esas preguntas. Es así como el hombre contemporáneo conoce o cree conocer algo que no comprende, porque el trozo que dice poseer solo se puede entender a partir de los otros trozos que conforman el todo.

Pareciera que este escrito es una oda a una tiempo pasado; parece que quisiera escapar de este lugar, el aquí y ahora, donde reina lo absurdo y su reino está construido con un material que en cualquier momento se cae. Ese rey fue elegido por todos y el reino fue construido por el diálogo. Aquellas promesas que trae la posmodernidad se caen en cuanto se levantan: Libertad, democracia y dialogo. Se derrumban no porque su contenido sea negativo sino porque los paladines que las defienden luchan con espadas que se rompen y corrompen fácilmente: O sus espadas no fueron bañadas en la fuente de la eternidad que las hace indestructibles o luchan diciendo que defienden estas promesas pero en realidad son enemigos de ellas.

Analizando, la posmodernidad nos enseña mucho: La verdad no se nos impone, nadie puede oprimirnos diciendo que él la posee, no es algo dado sino algo que se debe construir mediante el diálogo entre los hombres. Así se da paso a la libertad, ya que nada está dado de antemano y nos permite conocer otras realidades, distintas a las nuestras, pues ninguna visión del mundo es más verdad que otra. Además, nos permite seguir explorando y conociendo más, porque no nos afirma que hay una verdad, que una vez que la encontremos nos detendremos a descansar sino que es algo que debemos construir, conversando y tratando de convencer y convencernos sobre qué es lo mejor. Pero que es lo mejor, varía según la época, por lo cual, no nos detendremos en esta búsqueda. Por último, la especialización que trajo esta época, permite que los conocimientos se amplíen de una manera inimaginable, llegando a fronteras que jamás pensamos llegar.

El problema que yo veo es que lo que afirma no tiene sustento. "El todo es relativo" no se sostiene, pues para que lo haga tendría que ser una verdad absoluta, pero como para ellos no existe entonces cae por su propia afirmación. Con ello cae todo los ideales y conocimientos que se ciernen en esta época. A pesar de esto, esa afirmación se ha convertido en un dogma que casi nadie cuestiona. Elevan un edificio sobre una base que con el mínimo soplido se puede caer. La misma especialización agudiza el problema, pues no incentiva buscar una solución sino todo lo contrario, nos aleja de la solución o de su búsqueda, pues se tratan de cosas generales y nosotros solo debemos conocer cosas específicas. ¡Oh dilema del tiempo presente!

Pues es hora de resolverlo. Es el tiempo de que los filósofos resurjan para ir a cazar la eternidad, aquella que dará sustento a lo que conozcamos y nos servirá de guía para la dirección de nuestro espíritu. Aprendemos de nuestros errores, ya no buscamos una verdad que se impone y domina sino aquella certeza que permita al hombre afirmar su libertad (en nuestros tiempos, no se puede asegurar que lo somos). Es decir, buscaremos la estructura que luego permita al ser humano rellenarla a su libre albedrío, siguiendo pautas claras para que su obra sea escrita sobre la eternidad. Por la amplitud del conocimiento actual, debemos dialogar con otros para poder así cumplir la tarea de la filosofía del mañana, la que aún no se da: Sistematizar todo el conocimiento existente y darle una base que lo permita. Esa tarea la buscaré realizar mediante estos escritos. Debemos buscar destruir ese dogma de arena de la actualidad y demostrar así que camino sobre piedra. Que el camino que se descubra sirva para la posteridad, cuando nuestra fuerza vital ya se haya apagado. Aún así nuestro espíritu debe quedarse merodeando por esos lares, tratando de guiar a quien se atreva a cruzarlo. Esta caza no será fácil, si es que logramos encontrar la eternidad, la misión será convencer a los otros de que la encontramos. Y si es que no se logra, solo debemos detenernos cuando nuestro cuerpo se encuentre enterrado, aún quedando la esperanza de que alguien prosiga la búsqueda.