domingo, 13 de noviembre de 2016

Tiempo de espera e incertidumbre

Vivimos en una época de la inmediatez: Nuestro tiempo presente esta marcado por la velocidad y lo instantáneo. La lógica que impera es que todo debemos hacerlo acelerado, lo tenemos que hacer para hoy: No podemos esperar, solo el hoy existe. A ello hay que agregarle que también hay una orientación excesiva hacia los resultados, producida por la lógica de la eficiencia: Lo más importante es como resulta, y así muchas veces dejamos de lado el proceso o lo valoramos solo en función al resultado.

Así se ha construido nuestra vivencia de la temporalidad de la actualidad. No tomamos en cuenta el propio sentido de la espera, queremos acortar todo, acelerarlo. Evidentemente aveces la espera atormenta, no nos deja tranquilos. Pero ello mismo tiene su propia belleza: muchas cosas toman su tiempo florecer. Tienen su propio ritmo, un ritmo que es distinto al nuestro. En el presente, queremos homogenizar las distintas temporalidades que co-existen, reduciendo así la pluralidad de nuestro mundo.

Debemos aprender a abrazar el tiempo de espera pues nos muestra la fragilidad humana de distintas maneras: Nos muestra que existen distintos ritmos en la existencia, distintos a los nuestros de los cuáles también podemos aprender nuevos sentidos. Nos enseña también que no todo esta bajo nuestro dominio, que no todo se puede someter a nuestra voluntad. Pero también la espera esta relacionado con uno de los sentires más humanos: La esperanza. Stephen Hawking decía que mientras haya esperanza habrá vida. Y es que la espera y la esperanza nos revela una cualidad de nuestro ser: la capacidad de proyectarnos al futuro, la posibilidad de salir del presente y abrirnos al futuro que todavía no es. Con la inmediatez de nuestra época queremos dominar esa apertura, queremos hacer del futuro nuestro presente porque la apertura siempre supone es incertidumbre pero a la vez sueño.

La incertidumbre es algo que como humanos poco toleramos. Más cuando se trata de algo vital para nosotros. Pero el arriesgarnos y no saber qué sucederá también tiene su propia belleza: Por un lado, esta la apertura a la sorpresa, La sorpresa muchas veces puede alegrarnos mucho pero también puede darnos fuertes tristezas. Pero ambas revelan el ser del mundo: un mundo incierto con el cual debemos aprender a vivir. Pero por otro lado, siendo el mundo incierto, solo vamos a saber qué sucederá si nos echamos a andar, si decidimos emprender la búsqueda sin tener certeza de qué sucederá. Y así no termine sucediendo lo que uno quería, solo lo supiste andando y el mismo proceso de esa búsqueda también es sumamente importante. Aveces se dice que lo que vale la pena, vale la espera. Pero quizás cuando termine la espera, te das cuenta de que no vale la pena. Siempre hay ese riesgo: pero lo que si vale la pena es el mismo tiempo de espera pues nos revela nuevos sentidos.

¡Así que abracemos también los tiempos de espera e incertidumbre! Si tenemos que vernos frente a ellos no les rehuyamos: Aprendamos a vivir con ellos, porque la vida se trata de eso.