viernes, 19 de febrero de 2010

En las profundidades del ser


"… El espacio de Einstein no está más cerca de la realidad que el cielo de van Gogh. La gloria de la ciencia no estriba en una verdad más absoluta que la verdad de Bach o Tolstoi sino que está en el acto de la creación misma. Con sus descubrimientos, el hombre de ciencia impone su propio orden al caos, así como el compositor o pintor impone el suyo: un orden que siempre se refiere a aspectos limitados de la realidad y se basa en el marco de referencias del observador, marco que difiere de un período a otra, así como un desnudo de Rembrandt difiere de un desnudo de Manet"

Arthur Koestler, The Act of Creation.
¿Qué es la filosofía del eterno misterio? Es mi visión del mundo, mi forma de interpretarlo y entenderlo. Es una de las miles que ha habido, sin ser ni más ni menos verdad que las otras. Cada uno interpreta la realidad a su manera. Algunos, simplemente reciben la visión que les enseñaron, sin tratar de modificarla en lo absoluto. Otros, la cambian en algunos aspectos, sin tratar de modificar el todo. Pero unos pocos, son los que se atreven a derrumbar esas formas, y a crear desde el caos, una nueva visión, una nueva interpretación de la realidad. Es una tarea titánica, pues significa tratar de explicar todo lo existente, significa sumergirse en los valles profundos del ser y desde ahí partir hacia los hombres, mostrándoles un poco de su esencia, no sin antes esta haberse mezclado con los pensamientos del portador, con su mundo anterior. Estos héroes buscan no solo entenderla sino también erigir un nuevo mundo, donde los tambaleantes deseos y actos humanos puedan apoyarse, sin derrumbarse ante la desesperación y la angustia, sino que sea una luz de esperanza.

Perdón la ambigüedad de este fragmento y el lenguaje medio poético que uso. Pero lo hago adrede, buscando que cada uno lo interprete a su manera, mezclándose con su propio mundo interior. De la misma manera sucede cuando tratamos de interpretar la realidad, tan poética y misteriosa. Pero la diferencia es que no sabemos si sus versos son símbolos, que ocultan un significado, o más bien destellos absurdos y sin sentido. Eso es el misterio existencial. Aún así, el hombre trata a toda costa de darle un sentido, creándolo si es que no tiene.

Bien, ahora les mostrare en que consiste la filosofía del eterno misterio. Básicamente, como su nombre lo indica, parte del postulado de que el fondo de la realidad es un misterio y que siempre lo será. Podrán juzgar que es una visión muy simple, de que cualquiera puede decir eso. Pero les explicare como llegue a esta conclusión.

Mis ideas parten de la teoría del conocimiento de Immanuel Kant. Él decía que lo que nosotros conocemos, es en realidad una mezcla de una materia exterior a nosotros y nuestra propia forma de conocer los objetos. Es decir, que todo lo que percibimos y conocemos ha sido moldeado por nuestra mente. Pero para que algo sea moldeado, primero tiene que existir ese algo. Es como si el mundo que conocemos ha sido esculpido por el cincel de nuestra mente.

Así vemos que hay dos especies de realidades, según Kant: A la primera la llama la de los fenómenos, y es la que vemos y percibimos, la que ya ha sido transformada por la forma de conocer de nuestra mente. Y la otra, es la que él llama el noúmeno o las cosas en sí, que no han sido trastocadas y a las cuales nunca podremos conocer ni acceder, pues significa que serían moldeadas por nuestra forma de conocer y así dejarían de ser cosas en sí, transformándose en fenómenos.

Lo interesante de esta teoría es que postula que el tiempo y el espacio están en nuestra mente, son formas del conocimiento. EL argumento es simple: como para conocer algo, ese algo tiene que estar en el tiempo y en el espacio, entonces tienen que estar estos ya en nosotros, con anterioridad a la experiencia, y así permitirnos conocer las cosas. Si no fuera así, ¿Cuándo los conocimos? Si en algún momento los conocimos, quiere decir que hubo un tiempo anterior donde no los conocíamos, pero para esto ya sería necesario el tiempo. ¿Dónde los conocimos? También para eso sería necesario el espacio, un lugar. No quiero ampliar más el tema de porque el tiempo y el espacio están en nuestra mente, pues esto es una simple introducción a la filosofía del eterno misterio.

Lo dicho hasta aquí no es nada nuevo, es simplemente una exposición de las ideas kantianas. Pero quisiera decir algunas consecuencias que se derivan de estas ideas. La primera es que si el tiempo y el espacio están en nuestra mente, ¿Es posible nacer? ¿Para ello no sería necesario un tiempo? Esta idea desafía al sentido común, y parece derrumbarse ante él. La solución sería decir que no nacemos, pero aparentemente esto es ilógico. Pero si lo vemos desde otro punto, se encontrara una solución asombrosa.

Que tal si nos enfocamos en los noúmenos. No podemos decir que cosa son, pues para ello tendríamos que conocerlos. Pero al menos podemos decir que cosa no son, si partimos de las cosas que conocemos. Si todo lo que conocemos están en el tiempo y el espacio, entonces lo que no podemos conocer, las cosas en sí, se hallan fuera de ellos. Y solo mediante el tiempo podemos hablar de simultaneidad, que es el hecho de que varias cosas existan al mismo tiempo. Entonces afuera del tiempo, no hay simultaneidad. Ahora bien, sabemos que existe una cosa o varias cosa en sí, tenemos la certeza de que algo existe fuera de nosotros, pues para percibir algo tiene que haber algo que percibir. Como este algo esta fuera del tiempo, y por ende fuera de la simultaneidad, vemos que solo es posible que exista una cosa en sí o solo un noúmeno. Ya no son varias cosas en sí, sino solo una cosa en sí, que sirve de base para todo nuestro conocimiento.

Nosotros también nos percibimos en el tiempo, como fenómenos. Lo cual quiere decir, que también hay algo, desconocido para nosotros, que sirve de base para ese fenómeno, hay una parte de nosotros que es noúmeno.

Y combinando el hecho de que nosotros somos noúmenos y que solo existe una sola cosa en sí fuera de nuestra forma de conocer, llegamos a la conclusión de que todos somos uno, toda la materia de nuestro mundo parte de una sola entidad, un solo objeto de fondo: nosotros mismos. ¿Por qué nosotros mismos? Porque somos los que contenemos las formas del conocimiento en nuestras mentes. Es decir, la mente que da forma a todo lo que vemos y percibimos existe en nosotros, esta dentro de nuestro ser. Entonces todo el mundo que vemos, ha sido moldeado por una sola mente.

Esta idea desafía la lógica, pues se diría que todos estamos conectados a una sola mente, cuando la experiencia nos enseña que no parece ser así. Pero, lo que digo es que hay una realidad de fondo que nos conecta, que nos hace ser uno, pero que no conocemos. Y por mente entiendo al contenedor del tiempo y el espacio, lo que da forma al mundo que observamos. Esta es igual en todos pues es solo forma, no depende del observador, todos conocemos de la misma manera: mediante el tiempo y el espacio.

Esa parte de la realidad que no conocemos, no influye en nada, no nos afecta, pues nunca la podremos percibir ni conocer. Entonces es un "no-ser" para nosotros. Ese no-ser resulta absurdo. Pero también es un misterio, que nunca podremos develar. A eso me refería con eterno misterio.

Teniendo como base del edificio que planeo construir estas ideas, ahora podemos levantar los pisos restantes con mayor facilidad, solo usando como material las consecuencias que se derivan.

EL misterio sobre la existencia fue lo que llevó al hombre a grandes empresas para intentar desaparecerlo. Es algo inscrito en nuestra propia naturaleza tratar de entender todo, tratar de darle un orden al caos. Así partimos en esa empresa como ordenadores de nuestro propio mundo. Pero llegamos a un punto, como es la filosofía del eterno misterio, donde nos damos cuenta que el misterio reina en la existencia, que hay una parte que no podremos descubrir jamás. Pero como dije, la propia naturaleza del hombre, lo impulsa a tratar de ver bajo ese manto misterioso, así iniciándose de nuevo el ciclo. Es un eterno ciclo sin fin. Lo importante de esta idea es que el misterio impulsa al espíritu del hombre, un espíritu aventurero, curioso y explorador. El misterio nos dice que siempre hay algo que no sabemos, por lo cual nunca nos detendremos en nuestro afán por descubrir. Es contrario a las ideas de que en algún momento tendremos el conocimiento absoluto. Si esto fuera cierto, el espíritu humano se marchitaría, ya no quedaría ningún lugar a donde ir, ningún lugar que explorar.

Además del maestre que siempre nos ínsita a saber más, es el gran artista dentro de nosotros, pues esa parte que no conocemos nos llama a intentar explicarla mediante la imaginación y la especulación. Es como cuando tratamos de explicar algún hecho de magia, usamos nuestra imaginación diciendo que debe haber algún mecanismo oculto. O también cuando vemos algún fenómeno "sobrenatural" del cual no tenemos explicación, usamos nuestra imaginación para llenar ese vacío. Por ejemplo, como hacían nuestros ancestros al tratar de explicar el origen del rayo, desarrollando historias fabulosas sobre dioses y hombres.

Por el hecho de no saber nada sobre esa parte de la realidad, no podemos juzgar que una teoría sobre ella es más cierta que otra. Así se deja de lado a quienes creen tener la verdad sobre, por ejemplo, si es que existe Dios o no. No se puede responder sobre eso, con lo cual es posible creer, tener fe en que existe, más no certeza. Así no habrá disputas entres los que creen en un tipo de Dios y que creen que su verdad es absoluta, pues no se puede saber nada acerca de ello, con lo cual el concepto de verdad queda eliminado. El mundo así queda transformado en un mundo relativista, donde cada uno tiene su propia verdad, que no es ni más ni menos que la de los otros.

La filosofía del eterno misterio es una partidaria de la libertad. ¿Por qué? Pues si bien vemos que el mundo se rige por leyes, por lo menos actuamos como si fuéramos libres. No sabemos si es que existe la libertad, es decir la facultad de iniciar un acto sin alguna causa anterior, contraría al principio de causa y efecto, que rige nuestra existencia. Pero actuamos como si lo fuéramos. Esa libertad, de la cual creemos que tenemos, no se halla sometida a las leyes temporales de "todo lo que sucede tiene una causa en un tiempo anterior", pues no tiene una causa anterior. Es como si se escapara del tiempo, es como si fuere el vínculo entre los fenómenos y el noúmeno. Ese vacío para nosotros que resulta el noúmeno, permite llenarlo con cualquier acto o pensamiento, siendo libres de que con que queremos llenarlo. No sería así si es que toda la realidad fuera fenómeno, pues vemos en lo que percibimos que el mundo se haya determinado por leyes, donde todo esta determinado, no permitiendo la libertad de iniciar algo nuevo.

Entonces el misterio permite la libertad y anula la idea de lo determinado completamente. Derriba la idea de que todo lo existente se haya controlado por un destino, aunque algunos podrían creer que si existe porque no sabemos que hay en el fondo de la realidad. Pero lo importante es ver la facultad de uno mismo para elegir en creer en la idea del destino o no. Y como consecuencia se podría decir que el misterio alimenta la idea de que el hombre debe construir su propio mundo. EL mundo deja de ser un lugar regido por la idea de un ser que lo gobierna, y se transforma en un mundo donde cada uno es dueño de sus actos y darle el sentido que quiere darle a su vida, y no es impuesto por alguien exterior a nosotros. El misterio ante la pregunta que muchos se hacen de que si la vida tiene o no tiene sentido, responde: ¿Tu quieres que lo tenga?











lunes, 15 de febrero de 2010

Sufriendo por tu ausencia


¿Por qué te fuiste? Ahora sufro por tu ausencia. El espacio que dejaste ha sido llenado con la más pura maldad. Sin tu tutela y cuidado, mi existencia se ha tornado oscura y sombría. Todas las noches clamo a las estrellas, el único refugio de tu luz, que te hagan llegar mis suplicas, padre mío: "Vuelve. No quiero vivir más sin ti, no quiero ser más un ser libre".

-Carta de un pobre hombre a su Padre, el Creador.

Los hombres vemos la maldad y el caos, muchas veces preguntándonos el porque de su existencia. "¿Por qué tiene que haber mal en el mundo?" preguntaba yo de niño a mi mamá. Y estoy seguro que no he sido la única persona que ha preguntado sobre este tema.

Como siempre, la religión tiene una respuesta a esta cuestión fundamental: "El mal existe a partir de la libertad. Al hombre se le dio la libertad y él puede elegir entre el bien y el mal, traducido en sus actos". Y así vemos como la Iglesia responde el porque del sufrimiento y las penas que podemos ver día a día en nuestras vidas.

Claro que relata el origen del mal de una manera bastante fabulosa y con un tono mítico. Si no recuerda la historia, aquí se las relataré para refrescarles un poco la memoria.


Se decía que antes de que existiéramos, Dios, como buen arquitecto que era, se tomaba su tiempo para planear y diseñar hasta el más mínimo detalle lo que luego se convertiría en su obra maestra, quizás también su única obra, quien sabe. Mientras hacia sus diseños y trazos, un rebelde, el primero de todos, conocido en esos tiempos como Lucifer, decidió desobedecer los mandatos del Todopoderoso. No recuerdo bien en lo que desobedeció, pero me imaginó que fue la regla de portarse bien, por eso él hizo lo contrario. Dios, un amante de la libertad, respetó su decisión, pero lo expulso de su reino con la simple lógica de que si eligió actuar mal y ahí todos se portan bien, entonces no puede estar ahí. No sabemos si lo envío al infierno directamente, que sería una especie de prisión creada por Dios en este caso, donde estarían los malos; o que simplemente le cerró las puertas del paraíso, y Lucifer, en algún lugar más allá, creo con sus propios poderes el infierno, recordemos que antes había sido un ángel. Desde ahí planearía su venganza. Y así nació el mal en el universo.

Ahora bien, siguiendo la línea del relato, me pregunto: ¿Para que uno elija, no es necesario primero que haya algo que elegir? ¿No tendría que existir antes el mal, para luego poder elegirlo? Y así, ya no se contaría el origen del mal porque el mal antes habría existido.

Podría venir un entendido en la materia y podría refutarme diciendo: pero se dice que el origen del mal es a partir de desobedecer a Dios. Ósea vemos que Dios es igual al bien y lo que no es Dios, no es bueno por lo tanto es malo. Un formula divina ciertamente.

¿Cómo sabemos que Dios es bueno? ¿Solo lo sabemos porque así nos lo dijeron y enseñaron? Si recordamos que para que haya bien tiene que haber mal, entonces vemos que bajo esta explicación, a partir de que Lucifer se revela contra Dios, este último recién toma su papel fundamental de bienhechor supremo.

No hay otra forma de que esto sea posible. ¿Pues bajo que otros criterios podemos decir que obedecer a Dios es algo bueno, si solo existía un camino hasta que Lucifer abrió el otro? Acuérdense que el bien surge a partir de la comparación. Recién con la rebelión podemos hablar del bien y el mal.

La mayoría de personas creemos que existen dos fuerzas antagónicas que se hayan en una eterna lucha: El bien y el mal. Las pensamos como eternas. Son dos esencias que rigen nuestro mundo, y son anteriores a nuestra existencia.

Pero mediante este relato, vemos que para que existan, hay dos posibilidades: O que siempre hayan existido, lo cual es contradictorio porque existirían dos tipos de dioses, uno bueno y uno malo. Pero nosotros creemos que solo existe uno.

Podemos decir que el mal es ausencia del bien, pero antes de que nuestro universo sea supuestamente creado, se supone que solo existía Dios y su reino, donde todo era bien, por formar parte de él. Por lo cual lo que estaba fuera de él, sería lo malo, pero afuera del reino solo existía la nada y no se puede decir absolutamente nada acerca del vacío, por no hay nada ahí. Y tampoco se podría decir que el reino de Dios era todo porque todo sería bueno y nosotros buscábamos algo malo y eterno. Entonces, a partir de nuestras creencias cristianas, el mal no pudo haber sido eterno.

Por lo cual solo pudo haber tenido un origen, y si nos remontamos a nuestra historia, vemos que también el bien tendría un comienzo. Pero así llegamos a una contradicción con el principio cristiano de que Dios es bueno y eterno. Quizás podría haber sido eterno, pero dentro de su misma lógica, no habría sido siempre bueno. Ojo, de eso no se deriva que era malo antes, porque se caería en la misma redundancia. Por lo cual, queda que Dios no era bueno ni malo.

Podemos observar que nos hemos metido en un enredo al intentar husmear en los asuntos celestiales. Me podrían criticar que como me atrevo a tratar de saber cosas que están muy por encima de mí, acusándome de hereje. Pero creo que no es el caso aquí. Yo no se nada sobre las cosas de Dios y su sequito, ni nunca lo sabré. Ni creo que se pueda saber. Lo único que hago aquí, es enjuiciar bajo el tribunal de mi razón lo que me enseñaron. Esto fue dicho por hombres y escrito por esos mismos seres. Y ellos, al igual que yo, pueden ser imperfectos. Trato de cuestionar mis propias creencias, para fortalecerlas o empezar a creer en algo nuevo.

Bueno dicha la aclaración, continuemos. ¿Cómo dar solución a este dilema? ¿Dios era algo neutral hasta que se torno en algo bueno al ver las consecuencias de vivir en su ausencia? ¿Aceptamos que el bien y el mal siempre han existido? ¿Nos quedamos con nuestras viejas creencias? ¿Buscamos alguna forma nueva de abordar el problema?

Me inclino personalmente por la última opción, viendo que con las otras creencias se crea un nudo que no podemos desatar. Ahora bien, respecto a la posibilidad de que existan siempre el bien y el mal, veo un problema. El bien y el mal son conceptos humanos. Los hombres estamos sobre ellos. SI observamos la naturaleza no encontraremos a estos conceptos. Se encuentran vinculados solamente con nuestra moralidad. Con lo cual concluimos que antes de los hombres, no tenían utilidad. Que existan o no afuera de nosotros, no podemos probarlo. Por lo cual, resulta útil situar sus orígenes en los hombres mismos.

Platón podría tratar de refutarlo diciendo, que todos sabemos que es el bien y el mal, y que solo a partir de esos conceptos podemos juzgar las cosas. Como esos dos conceptos están en todos, quiere decir que trasciende lo individual. Su argumento era que todos participamos de ellos. Y que estos eran eternos, siempre serán igual, no cambiaran. A estos entes los situaba en el mundo de las formas, un mundo que configuraba el nuestro.

Sin ánimos de adentrar mucho en su teoría, quisiera preguntarle al señor Platón si encuentra algo bueno o algo malo fuera de los hombres, o mejor dicho, fuera de nuestra facultad de juzgar. Solo vemos a una maquina que trabaja de una forma sorprendente. Nosotros podemos comparar y juzgar, y decir que algo es bueno o algo es malo, pero esto no afecta en nada el desarrollo del universo; va mas relacionado al sujeto que observa, que al objeto mismo. Entonces, llegamos a la misma conclusión: que el bien y el mal es un concepto inherente al hombre, que quizás nace mediante la comparación, y que aparece a la par que aparece el hombre.

Entonces situamos el origen del mal desde un plano terrenal y humano. Es en este punto donde debemos abordar el problema. La ausencia de Dios, es para muchos, la causa del mal. Pero también la ausencia es el origen del bien. En la base de ambos, se encuentra la libertad, la principal virtud del hombre para decidir sobres sus acciones. El hombre se revela ante Dios para crear su propio mundo, su propio destino. El símbolo clave de esta revolución es Lucifer, que en latín significa "el que trae la luz", la luz hacia la libertad. EL bien y el mal son consecuencias de nuestros actos, de nuestra propia libertad. Dejemos de ver en las estrellas, el cielo o al infierno, la causa de nuestros problemas y centremos en nosotros mismos y en las consecuencias de nuestros actos. En el cielo también tendrán sus propios problemas, pero nada podemos saber, pues es una cuestión de los dioses.

Quizás este último párrafo resulte un poco ambiguo, por el modo como lo relate, pero prefiero dejarlo así para que tenga cada uno su forma de interpretarlo e internalizarlo, volviéndolo suyo o rechazándolo. Solo quiero aclarar algo que quizás los haya dejado pensando: La figura de Lucifer como un héroe que nos muestra el poder de la libertad. Primeramente, no soy alguien que rinda culto al diablo. No se ni siquiera si existe. Lo tomo así para mostrar otra manera de ver el mito. Además, humanizándolo, le quito su supuesta divinidad, así transformándolo de una figura malévola y poderosa al primer revolucionario, defensor de la libertad. Quizás así le perdamos el miedo y veamos al diablo no tan diablo.

La segunda aclaración es que a parte de preguntarnos sobre nuestros males de seguro que también preguntamos sobre el sufrimiento de la humanidad en sí, sensibilizándonos con ellos. Si, es cierto que es horrible ver tanto dolor y llanto, y buscamos consuelo preguntando porque se originó y que se puede hacer para combatirlo. Muchas veces recurrimos a la idea de Dios como esperanza. NO tiene nada de malo la esperanza, pero también debemos trabajar por cambiar nuestra realidad. Sobre si Dios actuaría atendiendo a nuestra suplicas, no puedo dar respuesta; pero creo que si puedo saber el resultado de que si nosotros actuáramos.









viernes, 12 de febrero de 2010

Existencia existencial

Existe, porque debió antes nacer
Es hijo de su actual realidad
Ante esta verdad no hay nada que hacer
¿Entonces es mera casualidad?
¿Es una mutación de otro ser?
Ser creado por una debilidad
No tendría en su vida algo que pasar
Que cruel destino: un ser del azar

¿Ser sin una razón en absoluto?
Quien no encuentre el sentido
El ser vivirá por siempre de luto
Feliz el que vive en cada latido
Hay otro misterio insoluto:
Más en el ruin camino habido
El ser se vera ante una contradicción
Su gran libertad será su opresión










Los derechos humanos: la tan ansiada igualdad

¿Derechos humanos? ¿Alguna vez se han puesto a reflexionar acerca de ellos? ¿Porqué los hombres teníamos derechos? Creo que es importante hacer un viaje por el pasado para poder comprender porque se dio la declaración de los derechos humanos.

Antes se concebía el mundo como hecho por Dios, es decir, todo lo creado, era un símbolo, algo que representaba la voluntad de Dios. Así también el hombre entraba a formar parte de la creación divina, y tenía una característica especial: haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por ende, a él se le había entregado todo el mundo.

Y es así como entre formar parte de una creación divina y ser al que le entregan el mundo por derecho divino, se puede hablar de los derechos del hombre. Sus derechos descansaban sobre la base del poder que había les había sido entregado. En estos tiempos, que transcurren desde la prehistoria hasta la edad media, la visión del mundo y del universo en general, era antropocéntrica, todo giraba alrededor del hombre.
Pero los tiempos cambiaron, la concepción del mundo empezó a variar también. Antes se pensaba que el mundo fue creado por Dios y este ejercía su voluntad en todos los actos de su creación, es decir, que por ejemplo se creía que la lluvia era causada por la furia de Dios. Pero con Isaac Newton y Galileo Galilei cambió esta manera de apreciar la naturaleza. Ellos describían un mundo mecánico, que se regía por sus propias leyes, inviolables, que funcionaba por sí mismo sin la intervención de nadie, entonces si Dios habría creado el mundo por lo menos ya no intervenía en él.
El mundo pasó de ser símbolo de la voluntad divina, a volverse un mundo mecánico, autónomo. Además con el descubrimiento de Copérnico de que la tierra era la que giraba alrededor del Sol y no viceversa, como antes se pensaba, cambió la posición que ocupábamos en la creación, ya no éramos el centro del universo, un duro golpe para el narcisismo humano.

Como cambia la manera de entender el mundo, también cambia la forma de comportarnos, que va de la mano de cómo comprendemos nuestra realidad. Antes se pensaba que el poder del rey se justificaba por la voluntad divina. Pero ahora que esa voluntad ya no intervenía, se tenía que pensar en otra manera de gobernar. Los filósofos de la ilustración, como Rousseau proclamaban un contrato social, un acuerdo entre los hombres, en donde lo dicho se tomaba como ley inviolable. Otros filósofos proclamaban la división de poder, o un estado laico. Así Dios en el ámbito político también perdió poder, ante la “Diosa Razón” que creía saber lo que era lo mejor para el hombre.

Antes de continuar con el relato de la parte política que nos llevara hacia la declaración conviene decir un hito importante. Es el giro hacia la subjetividad, hacia la importancia del sujeto, dado por René Descartes. Antes se daba importancia a los objetos que se observaban, a su realidad, pero a partir del filosofo Descartes, se da la vuelta y se torna importante el sujeto que observa. Y luego con el romanticismo llega a su auge. Es importante ver esto, porque acuérdense que estos pensamientos influenciaron mucho en la época en donde se dieron, y a partir de esta por medio de la historia, llegan mezclados con otros tipos de pensamientos, pero aún siguen presentes.

También es importante resaltar una pregunta filosófica muy importante: ¿Qué es el hombre? El filosofo Immanuel Kant decía que esta era la cuestión más importante de la filosofía, todo el esfuerzo de reflexión era para responderla. Entonces vemos que a pesar de que el hombre perdió su lugar privilegiado dado por Dios, en la antigua concepción del mundo, aún sigue siendo el centro de su pensamiento.
Entonces continuando ahora sí con la historia y la política, que dicho sea de paso expresa como debe vivir el hombre en sociedad; llegamos, luego de época de la Ilustración, y como consecuencia de esta, a la famoso “Revolución Francesa” liderada por Robespierre. Fue el momento político donde cayó el poder del rey, representando la voluntad de Dios, y emergió la voluntad del hombre, del pueblo. Fue ahí donde se proclamó: ¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!; unos de los principios básicos de los cuales se apoyaría la constitución de los derechos humanos en 1948.

Ahora llegamos a la antesala de esta importante declaración, nos vamos a situar en 1945. En este año había terminado la segunda guerra mundial, el mundo había quedado devastado, en el sentido económico y la perdida de vidas humanas. Se había matado como si la vida humana no valiera nada. ¿Sería parte acaso de esa visión mecanicistas del mundo, donde el hombre era una pieza más del “reloj” que era el universo? ¿Acaso se había tomado muy a pecho el pensamiento existencialista de Jean Paul Sartre y Albert Camus, quienes proclamaban que la vida era un sin sentido, y siendo así daba lo mismo morir que vivir?

Al parecer se dieron cuenta de ello, y por eso se dio la declaración tres años después. Ya no se podía justificar el derecho por medio de un ente divino, sino que ahora era un “contrato social”, un acuerdo, en donde se proclamaba que todos los hombres tenían derecho a vivir, y a cubrir demás necesidades básicas. Era necesario esta declaración sino se quería que la tierra se convirtiera en carnicería, en un sin sentido, en donde sería imposible vivir en comunidad, sin matarnos. Y para el hombre, es necesario vivir en comunidad si se quiere sobrevivir, si se quiere vencer a la naturaleza, el hombre no se puede valer solo, necesita de la comunidad, como dijo Aristóteles: “El hombre es un animal social”.

¿Y porqué esa declaración se debía aplicar a todos los hombres, y no solo a unos cuantos, como en la antigua Grecia por ejemplo, donde el amo tenía derechos y el esclavo no? Es importante darnos cuenta que esta declaración solo se daría en una situación como la que se encontraban en 1948. Fuera de todo el desastres que se había causado por las guerras, el mundo se había achicado, el mundo giraba a hacia convertirse en un sociedad global. Prueba de ello fue que casi todos los países se hallaban bajo dos bandos: Los capitalistas y los socialistas. ¿Era posible que todas las distintas maneras de pensar se pudieran combinar y situarse en uno de estos dos lados? Al parecer si era posible, aunque superficialmente.

Bueno este fenómeno se dio por la primera ideología: El capitalismo. Históricamente se podría hablar de él desde que fue concebido por Adam Smith o desde donde se puso en práctica con la Revolución en Inglaterra, a mediados del Siglo XVIII. Pero sin querer profundizar mucho en estos aspectos históricos quisiera resaltar si uno muy importante: El capitalismo requiere del intercambio, y por ende, el país que aplique esta forma de economía, necesita ir en búsqueda de mercados, donde intercambiar sus productos. Lógicamente que para crecer, no basta que los productos se vendan en el mercado nacional, sino que se venda en el exterior, para que la nación reciba ingresos. Esa expansión de mercado hacia el extranjero en su forma última, donde el país que vende productos casi domina por completo al país que los recibe, se llama “Imperialismo”; que vendría ha ser como el tope del capitalismo, donde un estado es demasiado poderoso.

Entonces vemos que los países capitalistas buscan donde colonizar, donde expandir, necesitan abrirse. Y es así, como cada vez, se exploraba tierras más lejanas en búsqueda de recursos y mercados donde vender. Y es así, como también, se empieza poco a poco a trascender las barreras de las naciones, y el mundo cada vez se va a achicando. Se convierte el mundo entero en interés de los países poderosos.
Y por eso, en búsqueda de una convivencia pacifica y con una mira hacia todos los hombres, y ya no unos cuantos, se da la declaración de los derechos humanos en París, el 10 de diciembre de 1948.

Se buscaba una igualdad, un respeto a la vida, una satisfacción de las necesidades físicas y afectivas del hombre. Estos ideales ya habían sido proclamados por los filósofos; luchados desde la Revolución Francesa, y en varias revoluciones menores; y por fin luego de que el mundo tuvo que aprender después de una masacra, se proclamaron.










El misterio más grande del mundo

“¿Cuál es el misterio más grande del mundo?”
Un hombre preguntó.
“Tu existencia”
Su maestro respondió.

Pero si yo existo,
Soy real,
No soy ningún enigma.

El misterio es la magia
Que lleva al hombre
A indagar sobre
Un misterio existencial,
Y lo lleva a construir
Los edificios más altos de su razón.

¿Cómo?
No lo comprendes,
Es ese enigma sobre nosotros mismos,
Que da vida
A todo el bosquejo de la imaginación,
Que hace soñar al hombre
Para responder aquel misterio,
Pero en realidad,
Todo es especulación,
Aún sigue presente
Y así estará hasta la eternidad.
Ese es el misterio más grande del mundo.










Lo imaginario es lo real

Hay quienes dicen:
No sueñes,
No imagines,
Todo es una ficción,
Vive tu realidad,
Pon los pies en la tierra.

A esos les escribo este poema,
A aquellos que fueron engañados,
A esos que fueron encajonados.

Lo imaginario es lo real,
Pues cuantas cosas “imaginarias”
Han afecto nuestra vida,
Como los dioses del Olimpo,
Constructores de la cultura madre.

¿Acaso eso no es real?
Que no lo podamos percibir
No implica que no exista,
Si lo soñamos ya son parte de nosotros.

Lo imaginario es el espíritu del mundo,
La ley de la vida,
Similar a las leyes físicas,
Que no podemos percibir
Pero si sentir sus efectos.

Canto a lo absurdo

¿Absurdo?
El mayor enemigo aparente
De aquel ser en cual la razón predomina.
Pero en realidad es lo absurdo
La madre de la razón
Al dar el impulso de comprenderlo

¿Absurdo?
El desprecio del amante de la vida,
De lo que no existe en esta creación
“todo debe tener un sentido”
Dice aquel vividor.
En realidad es esa reacción
A lo absurdo
La que lleva al hombre
A darle un sentido a su existir

¡Oh Absurdo!
Dios creador,
Dios motor,
Era la fuente de la existencia










lunes, 8 de febrero de 2010

El misterio, padre del pensamiento.

“El misterio es lo más hermoso que podemos experimentar”
- Albert Einstein.
¿Alguna vez se han puesto a pensar lo misterioso que parece el mundo? ¿Y acaso a partir de ello, no han querido indagar, saber más, para comprenderlo? esto es lo que yo llamo el doble efecto del misterio. Por una parte, es hermoso experimentarlo ¿Por qué? Porque experimentamos algo que siempre ha hecho reflexionar al hombre, que siempre lo ha acompañado, es decir, nos encontramos frente algo eterno, algo que nos hace vincularnos con toda la raza humana. Vernos frente a él, significa romper todo vinculo con lo anterior, pues es el misterio, que hace reconsiderar todo de nuevo para poder comprenderlo. Él es la fuente de inspiración de filósofos, físicos y poetas. La incomprensibilidad del mundo siempre nos ha resultado tan atractiva, tan mágica. Y esto sucede porque el hombre es alguien que tiende a racionalizar todo y hallarse en presencia del misterio, significa estar en algo fuera de lo humano, es como ver un hada o un milagro, nos produce el efecto de asombrarnos, y muchas vez, nos da miedo. Es una reacción natural.
Pero, por nuestra manera de ser, tratamos de entenderlo, de desaparecerlo. Y eso es porque el humano, como ya lo mencione, trata de someter a su razón toda experiencia, con esto me refiero, a que trata de darle sentido y orden a todo lo que percibe. Esto ocurre, porque sin orden ni sentido, la vida le parecería tan vacía, tan caótica, que se encerraría en sí mismo, muerto de miedo. ¿Nunca han escuchado la frase: “Le tiene miedo a lo desconocido”? Lo que pasa es que nuestra propia manera de conocer las cosas, obliga a darles un orden primero. Sin ese orden, no podríamos conocer nada. Es como querer encontrar algo en una pila de ropa totalmente desordenada. Y es por eso que tratamos de ordenar todo, para poder conocer y así comprenderlo.
¿Nunca se ha puesto a pensar que significa “Cosmos”, tan usado por los físicos, aquellos hombres que estudian el comportamiento de nuestro universo para describirlo? Significa “orden”. ¿Pero por qué orden? Lógicamente porque han observado que nuestro universo se rige por leyes, que mantienen un orden fijo. ¿Pero se han puesto a pensar que lo que ellos hacen es observar? ¿Y que pasa si lo que ellos observan esta mal? ¿Por qué tiene que ser así y no de otra manera? ¿O mejor aún, que si es que lo que observamos no son realmente las cosas en sí mismas, sino las cosas moldeadas a nuestra manera de conocer? ¿No es acaso nuestra mente la que da orden a las cosas que observa para poder conocerlas? ¿Y que pasaría que si lo llamamos “Cosmos” es una proyección del orden impuesto por nuestra mente? Intentaré darle respuesta a estas preguntas más adelante, ahorita quiero despertarles la curiosidad.
Ahora bien también les hable de que racionalizamos las cosas para darles un sentido. Creo que esta idea parte del hecho de que aparentemente el mundo en su extrañeza nos causa miedo, y el miedo no nos deja avanzar. Y por eso con el sentido viene la esperanza, es decir, al tratar de comprenderlos, les damos un sentido, para que no nos parezca extraño, para volverlo parte de nosotros, y así no resulte un absurdo, una cosa que aparentemente no razón de ser. Y si hay una cosa así, ¿Por qué no habría de haber más cosas de ese tipo? ¿Por qué inclusive nuestra propia existencia no sería parte de ellas? En cierta forma, al buscarle sentido a las cosas, buscamos sentido a nuestra propia existencia.
Claro que esta necesidad de sentido y de racionalización implantada por nuestra mente es algo inconsciente, normalmente no tomamos conciencia de ello, pero lo hacemos por un impulso natural. Personalmente creo que es por dos factores, aparentemente opuestos: Nuestra forma de conocer, relacionado con nuestra razón y el sentimiento de miedo. ¿Por qué? Porque para conocer necesitamos darle cierto orden a las cosas que percibimos, necesitamos moldearlas a nuestra forma de conocer. Y el miedo hacia lo desconocido, tan natural en el ser humano, impulsa a dar sentido a todo. A veces ambos funcionan juntos, o a veces funciona solo uno.
Pero ese único, sería nuestra forma de conocer, porque necesariamente, para tener una experiencia, es decir para poder percibir o sentir algo, necesitamos conocerlo, por lo menos a medias.










Donde arden los sueños

En el reino del terror y el fuego, donde las esperanzas se desvanecen, y solo se escuchan gritos de sufrimiento y penuria, la eternidad quisiera convertirse en polvo, aquel que al soplar desaparece. A la cabeza de este oscuro territorio, riendo sin cesar de la manera más macabra jamás imaginada, se erige Lucifer, con un trinche en la mano con el cual recuerda a sus ilustres y permanente visitantes el motivo de porque están ahí. En su mente y en sus labios saborea las consecuencias del uso de su libertad. Él es un rebelde, intento derrocar al mismo ser todopoderoso. ¿Y qué gano? Ser el amo y señor de un vasto y caprichoso territorio que crece con cada momento que arde en el tiempo. Un único pensamiento gobierna en su cabeza: “Mi reino significa tu perdición, tu muestra de imperfección, Oh todopoderoso”.

De seguro, los que son cristianos, han reconocido el lugar que describo aquí. Y los que no profesan esta religión, igual lo habrán reconocido. Y es que el infierno y su señor, el Diablo, están impregnados en la imagen popular, en los relatos que se transmiten de generación en generación para atormentar a los pequeños, con el fin de que el miedo hacia ese lugar los motive a obrar bien. ¿Pero alguna vez te haz sentado a analizar los argumentos de esta historia de fuego y dolor? Si no ha sido así, te invito a que me acompañes, mientras lees esto, a profundizar en las entrañas del mismo infierno. Quizás si lo visitamos y conocemos le perdamos ese miedo, pues como versa el dicho: “tememos a lo desconocido”. Tal ves no es tan malo como creemos o como nos han enseñado. ¿Quién sabe?

Creo que lo primero que se debe hacer para perderle el miedo al Coco, mejor conocido como el Diablo, es analizar, de una manera racional, los argumentos que lo sustentan y le dan vida. Mas no por medio de las creencias, pues están dan rienda suelta a nuestra imaginación, tan poderosa y creativa. El creer no pone límites y por lo tanto no encontramos una base firme donde apoyarnos para empezar a explorar en aquel lugar de llamas eternas. Además mediante las creencias damos por sentado algo, por ejemplo, que existe el infierno, por lo cual no cuestionamos su existencia. Ahora bien, algún defensor de la fe, en búsqueda de seguir el hilo de este escrito, dirá por ahí: “Pero podemos aún visitarlo”. Pero, ¿Para qué? Si también mediante la fe podemos creer saber que hay en ese lugar, por lo cual no serviría de nada hacer despegar nuestra mente hacia un arduo trabajo, si tan solo bastaría con ir a donde mi abuelita o a un cura mayor de 50 años para que me contara como es el lugar.
Como vaticinio de lo que viene, les digo que no teman cuestionar sus propias creencias, desármenlas, destrúyanlas, o vuelvan a armarlas de una manera que se acomode más a ustedes y a sus preferencias. A veces damos por sentado que existe algo y cuando lo desmenuzamos, nos damos cuenta de que es imposible volverlo a construir. El creer en algo sin antes cuestionarlo es infantil. No nos permite avanzar y conocer más. Dicho esto, sigamos…

La creencia en el infierno es parte de la fe cristiana. Por lo tanto, es dentro de sus principios que debemos analizarla. Y si mal no recuerdo, me enseñaron de niño un par de creencias fundamentales: Que Dios es omnipresente y omnipotente. Claro que cuando me lo dijeron no comprendí que significaba, pues nunca había escuchado palabras tan raras. Pero como era un niño curioso, le pregunte a mi mamá que querían decir y me explicó que significaban que Dios era todo poderoso y que estaba en todas partes. Y algo que viene dentro de la misma idea que tenemos de Dios, es que él es el bien supremo.

Aquí viene la contradicción: Si él es bien supremo y esta en todas partes entonces se deduce que el bien esta en todas parte, ¿no? Pero sabemos que existe el mal o por lo menos eso creemos y admitimos que hay un lugar donde van los que obran de manera incorrecta, es decir, un sitio de malos. Entonces, ¿Cómo es posible este lugar? No puede haber oscuridad en un lugar lleno de luz. Con ello llegamos a tres posibles soluciones a esta paradoja: Que no existe este lugar ni el mal; que Dios no este presente en todas partes; o que Dios no sea del todo bueno. Me resultan muy sarcásticos y divertidos los aprietos a que sometemos nuestra fe cuando la enjuiciamos en el tribunal de la razón.

Evaluaremos la primera opción: Que no exista el mal ni el infierno. Al suponer esto, vemos que desafiamos el sentido común, que nos dice que hay actos malos en todas partes. Pero digamos por un momento que no existe, esto puede ser posible gracias a que Dios es todopoderoso y puede hacer que desaparezca en un instante, con tal de él estar en todas partes. Pero, así caemos en un pozo sin retorno. Si no existe el mal tampoco existe el bien. ¿Cómo sabríamos que algo es bueno si no hay algo malo con que compararlo? Bien y mal se necesitan para existir. Son como una pareja que no puede vivir sin el otro. Si uno muere, el otro se suicida. Si no existe el bien, tampoco existe Dios, que representa el bien absoluto. Entonces este argumento queda descartado.

Segundo argumento: Dios no esta en todas partes. Si el infierno es un lugar, entonces Dios no esta ahí. SI lo extendemos un poquito más, como la idea del Diablo y el infierno está íntimamente relacionado con el mal, donde hay mal no esta Dios. Este es el famoso argumento de Einstein: el mal es ausencia de bien, como la oscuridad es ausencia de luz o el frío es ausencia de calor. Bonitas palabras de uno de los hombres más sabios de la historia. Pero si esto es cierto, entonces Dios no sería omnipresente.

Continuemos con la última solución: Que Dios no sea del todo bueno. Resulta lógico, pues se dice que Dios es todo, por lo cual también puede ser algo malo. Estas dudas me atormentaban en mi etapa escolar, motivo por el cual decidí preguntarle a un cura de mi colegio porque se dice que Dios es amor. Él me respondió que es cuestión de fe, que eso no se podía probar. Pero que a partir de esa “verdad” se erigía todo el edificio de principios cristianos. Lógicamente la respuesta no me satisfago nada. Pero comprendí que él estaba en lo cierto, si Dios no era alguien amoroso, todos las predicas de Jesús se vendrían abajo. Y estas han ayudado a muchísimas personas que buscaban una esperanza. Esto es lo que yo llamo un “argumento del corazón”, la razón no puede decir el porque es así, pero el corazón si lo sabe.

Con esto se deduce, que si el principal argumento de la cristiandad es un hecho del corazón, todos los demás derivados, también serán de esa misma naturaleza. Esto es un punto al cual quería llegar. Muchas veces creen los cristianos, y en general las religiones, tener la verdad absoluta, tratándose de imponerse sobre otros. Quizás esto ya no sea frecuente, pero cabe resaltar algo importante: Las verdades del corazón depende de la persona, son sentimientos que nos mueven a actuar de determinadas maneras, mas lo que ellas muestran no son verdades universales y necesarias, por lo cual ninguna es más que otra. Debemos respetar las creencias de los otros, porque todo el edificio de la fe no es más que creencias, que llenan el vacío con algo que no sabemos si aunque sea es posible. No es un conocimiento ni una verdad.

Pareciera que ya se acabaría acá el artículo, con la reflexión sobre la fe y la verdad. Pero esa no es mi intención. Si trato de refutar algunos argumentos, a parte mostrar que son refutables, pueden no ser ciertos; quiero mostrarles otra vía, otra forma de verlos y comprenderlos. Si usted quiere quedarse con las viejas enseñanzas, siéntase libre de hacerlo, si es eso lo que le satisface. Personalmente a mi no me llena, por lo cual trato de entenderlos a mi manera. Aquí se las presento:

¿Por qué surgió la idea de un lugar de tormentos eternos? Es una manera de control mediante los miedos, si no obramos de manera correcta seremos castigados. Muchas veces el miedo al castigo y mucho más si es de una índole colosal, nos motiva a obrar bien. Y normalmente, obrar bien significa actuar bajo el sistema de creencias en el contexto en que se vive. Esto ya es traducido en una manera de control político-social, mediante la uniformidad impuesta en los actos con limites que no deben ser sobrepasados, así se construye un orden. Recordemos que la iglesia estuvo en tiempos anteriores muy ligada al poder político. EL dominio mediante nuestros miedos es algo que muchas sociedades y culturas han usado.

No niego que haya un fin moral, una rectitud en la conducta en el cristianismo en la idea del infierno. Quizás esto fue lo que trato de enseñar Jesús. Pero con el paso del tiempo, sus enseñanzas fueron interpretadas por hombres, que ponen en su manera de ver las cosas, sus propios deseos y anhelos. Muchos de estos hombres tenían sed de poder, por lo cual usaron las enseñanzas para sus propios fines. Eso nos ha enseñado la historia mediante los abusos cometidos por la Iglesia. Pero también ha tenido puntos fuertes y buenos, el principal fue ser el apoyo espiritual-emocional de una gran cantidad de hombres. Además que tire la primera piedra quien no haya hecho nada malo.

¿Con todo lo dicho, se puede afirmar la existencia del infierno? La única idea que permitiría la existencia del infierno sería la ausencia de Dios. Por eso al comienzo del texto, Lucifer proclamaba: “mi reino significa tu perdición, tu muestra de imperfección”, pues donde reina el mal, lógicamente no esta el bien. Pero aún así, no hay forma de probar que exista este lugar. Ante este vacío, prefiero verlo de otro modo.

Yo veo el infierno no como un lugar ni tampoco al cielo, a donde se va luego de morir. ¿A dónde vamos entonces? No lo se, no hay forma de saberlo. Por eso, pregúntamelo después de muerto. Aunque quizás no te responda por encontrarme en el más profundo silencio, en la nada. O quizás este en otro lugar, por lo cual no podre comunicarme. No lo se. No me preocupa, estoy vivo aún.

Estos dos conceptos tienen fines morales. El infierno nos enseña el camino de la rectitud; que nuestros miedos nos sirvan para llevarnos por el buen camino. Mientras el cielo, es una motivación a actuar bien, siendo recompensados por nuestros actos. Pero ambos resaltan la libertad del hombre y su responsabilidad sobre sus actos.

El bien y el mal son ideas relativas que dependen de cada uno y del contexto donde se vive. Cada uno, según lo que le han enseñado, decide que actos son buenos o cuales son malos. Es un concepto que pertenece al hombre y no a la naturaleza. En la naturaleza no hay nada bueno ni nada malo; todo se complementa. Nosotros somos los que juzgamos en ella y esto es a partir de nuestras experiencias previas. Si hubiera lugares del bien y el mal, tendrían que trascender la naturaleza humana, estar antes de la aparición del hombre. Pero como vemos estos dos conceptos nacen en el hombre mismo, quizás mediante comparaciones de objetos, que algo es mejor o peor; o mediante propias convicciones, como que algo es bueno porque ayuda a cumplir mi deseo.

El mal podría ser tomado para mostrarnos que existe algo mejor, como un maestro que nos enseña a no conformarnos con lo que tendríamos si todo fuera bueno, pues nadie se sorprendería y todo seria tan normal; en cambio, cuando hay algo malo o vivimos con esa idea, cuando encontramos algo bueno, nos asombramos, luchamos por conseguirlo, así mostrándonos lo maravilloso que puede llegar a ser la vida. Esa dosis de imperfección es la que vuelve nuestra existencia mágica y asombrosa.