viernes, 6 de abril de 2012

Preguntemos al espejo: ¿Un vino o una cerveza?

¿Alguna vez te has mirado en el espejo y has sentido que no sabes quién eres? ¿Si estas gordo o si estas flaco?¿De qué si ese vestido morado te hace ver bien o parecer una mora, con la única curva de la redondez? El espejo sirve mucho para hablar sobre nosotros mismos, sino no nos pasaríamos horas de horas frente a él intentado saber qué tal te ves. Tu cuerpo, lo que muestras, define parte de lo que eres.

Espejo no solo es aquel objeto que uno no conoce de qué esta hecho, pero que uno se sorprende ante su mágico efecto de reflejar. No es solo el espejo que tienes en tu cuarto o el que esta en el baño, con el cual buscas conseguir aquella sonrisa perfecta que piensas que te ayudara a conseguir una novia o un nuevo trabajo. Espejo es aquello que refleja, que muestra algo del mundo. Acudimos a él preguntando la famosa frase " Espejito, espejito, ¿qué tal me veo hoy?", que podría variar a la pregunta de ¿qué soy hoy?

Un espejo no es un fiel reflejo. La respuesta a las preguntas son al final respuestas de nosotros mismos, antes que las imágenes que se muestran en los espejos. Peor aún, puede que vayamos a una feria y veamos esas misteriosas cosas que reflejan distorcionadamente. La que nos muestran sumamente grandes, o extremadamente pequeños y delgados. Muy chistosos, ciertamente. Un niño de mucha suspicacia cree que en verdad que él es así. ¿Y cómo saber lo contrario, si es que quizás no conoce un espejo qué lo muestre de otra manera?

Esa crisis de identidad de no saber qué soy hoy, gracias a los espejos distintos y con los cuales no puedo hablar de una imagen fiel, es lo que produce el escrito de hoy. Pero mis espejos no son esos objetos frios, sino son de carne y hueso: Es lo que la sociedad habla sobre mí. Más específicamente una parte de ella, un monasterio, alegre y triste a la vez. Y la pregunta es por lo qué es la filosofía, al parecer tan propia de quién dice hacerlo. ¿O quizás no? Oh, una mayor crisis.

Veo en el reflejo a dos ilustres caballeros sentados en un bar, elegante, del parque Bolivar. Se hallan discutiendo sobre si se debería vivir y pensar consumiendo vino o tomando cerveza. ¡Oh que gran tópico! Una disputa trascendental, una muestra de voluntad de reflexionar más allá del monasterio o un claustro. Pero uno de los contendientes no pretende a ir más allá de los lugares elegantes, dignos de la aristocracia.

Ambos finos personajes coinciden en que su actuar debe ser bien acompañado de una bebida alcohólica. Esa bebida que produce tantas alegrias, buenos momentos con tus amigos del barrio, discutiendo tópicos tan existenciales como relatar que aquella chica que por fin te hizo caso, símbolo de un gran problema que por fin resolviste. Que también produce tristeza y melancolía, como cuando te das cuenta por fin de que perdiste a quién amaste o que ya las fiestas no te consuelan, que significa la perdida de la unidad originaria. Incluso como aquello que da muerte, como la causante de los accidentes de transito o la perdida de todo suelo de la existencia real. Todos esos efectos que produce la bebida de los dioses, la bebida que dejar salir nuestra inconsciente, nuestras raíces y genera un estado de ruptura de la cotidianidad, de lo que jamás hablarías en el día a día, inmersos en los mecanismos de defensa o construcción de realidad que tiene esta.

El hombre vestido usanza como la tradición, con ropajes casi como un sacerdote, empieza primero su discurso, muy acorde con su pensamiento este acto de iniciar él:
"Debemos tomar vino, digno de nuestra ilustre profesión. Solo unos pocos estamos llamados a poder saborearla como verdaderamente se debe. ¿Acaso nosotros podemos construir tan bellos zapatos que hoy traigo puestos? Tan bello arte, le corresponde por naturaleza al zapatero. Así como nosotros no podemos hacer zapatos, así el zapatero no puede sentir del buen vino, porque no le corresponde. Es nuestra misión, nuestra profesión. El  buen vino, es símbolo de una larga tradición de gallardos hombres, que desde la antigua Grecia, se han dedicado a preservar sus misterios. Somos llamados, unos pocos, a seguir con semejante culto. Debemos preservar la tradición, en ella esta escrita, las respuestas de una ciencia de los dioses, solo a unos pocos fue revelada. Por ello, debemos dirigir la sociedad, es nuestra función, como la del zapatero es hacer zapatos. Sin ella, no podriamos avanzar tanto, como sin nosotros, no se podrían conocer los secretos de los dioses"

El otro hombre, que no parecía "especial" en lo absoluto, escuchaba detenidamente. Una vez acabo el discurso, exclamo:
"Tu elogio a la importancia de la tradición de los pensadores es formidable. Sin ella, no podría haber un despliegue tan radical. Nos enfrentamos a cuestiones, interrogantes, que se nos muestran desde la antiguedad. Debemos escuchar a aquellos gigantes que decidieron darle develarlas, quitarles el velo y pintarles un rostro. Sino, no seremos lo suficientemente radicales. "Yo fui grande porque me apoye en hombros de gigantes". Pero precisamente, por eso, es debemos promover la cerveza. Lo que simboliza que es para todos y que se debe tomar en compañía. Un buen vino puede ser un gran acompañante durante un almuerzo a solas. Pero una cerveza jamás se toma sin un amigo como mínimo. Es algo que se toma en todos los rincones del mundo, en todas las "clases". Así es la filosofía, algo que todo el mundo puede y debe hacer. Solo basta con detenerse un momento de lo cotidiano, a través del ocio y verlo de una manera extraña, por medio del asombro. La embriaguez es esto. Todos pueden hacerlo. Basta con darnos cuenta de que vivimos en un el caos primordial, producto de esta embriaguez, que se nos revela muchas vez, y al cual, por lo general, huimos. Cuando ya no tenemos camino por donde huir, sucede esa ruptura. Todo hombre va a querer construir para poder vivir en él. Eso es el filosofar. Los filósofos fueron aquellos que fueron tan radicales que construyeron con el caos una ruta firma para vivir. Nuestra misión es por los pueblos invitando a todos a beber, a tomar la bebida de todos, la cerveza. Todos debemos caer en la embriaguez, crear un festival, para poder soportar con alegria la naturaleza del existir, caótico, vacío. Entre todos debemos construir caminos que nos permitan vivir, comunicarnos en este, que nos permita poteciar su naturaleza: La creación"

Una vez, escuchado el discurso de ambos caballeros, decidí dejar de mirar el espejo. Y me vi, más confundido: Aún no sabia si debía tomar un vino o quizás una cerveza. Y creo que no lo sabré. O ¿Si lo sé?