domingo, 29 de diciembre de 2013

La fuerza que nos lleva hacia el otro

¿Qué es el amor? 
Una fuerza, un sentir que nos impulsa a salir de nosotros mismos. No es un salir de nosotros para volver, no es un mero impulso egoísta. 
Es una búsqueda del otro, un descubrimiento de la diferencia respecto a uno mismo. Pero no un descubrimiento como mero acto de conocimiento sino como motivo de entrega de uno mismo. 
El amor es el acto de entrega, la prueba de que el hombre no esta determinado a ser egoísta. Es la preocupación por el desarrollo del otro desinteresadamente. 
Puede haber sentimientos que nos causan placer o satisfacción en el acto de amar pero son consecuencias del acto y no las causas o motivos que nos lleva a amar. 
Hay todo un proceso bioquímico asociado al amor pero no se resume en este proceso. Podemos mostrar toda el proceso pero no vamos a capturar su esencia. Es un fenómeno emergente.  
La entrega no supone una perdida de sí mismo (los falsos amores terminan destruyendo a uno mismo) sino un desarrollo más rico de nosotros mismos. Es otra consecuencia porque el mundo ya no es desde la visión de uno sino que se construye desde la diferencia, desde el compartir y la interconexión de los mundos de los seres que se aman. Es una experiencia desde la cual re-significamos nuestros mundos. 
Puede haber distintos tipos de amor y distintas formas de amar pero los elementos comunes son el salir de sí, la entrega de sí mismo por el otro y la reconstrucción del mundo propio desde la diferencia (lo que es diferente a uno mismo). 
Soy agnóstico pero el mensaje de Jesús es revolucionario: Nos llama a construir una sociedad cuyo principio se base en la búsqueda del otro, en el compartir con el prójimo, en que dejemos de preocuparnos solo por nosotros y que nos atrevamos a entregarnos a nosotros mismos por los otros. Desde esa experiencia que es el Amor se vive según la Verdad. ¿Qué significa esto? Dejo una frase de Badiou para cerrar esta reflexión: 

"Por supuesto, el sujeto fiel es todo aquello que oriente al amor hacia la potencia efectiva del Dos que él instituye. Es la incorporación misma, el hecho de que fragmentos incesantemente más numeroso y más intensos del mundo comparezcan ante el Dos en lugar de quedarse replegados en la satisfacción o descontento narcisistas. Observemos, de paso, que el amor es como un átomo de universalidad: no la universalidad transcultural (el internacionalismo político, la comunida de los científicos, etc.), sino la universalidad transindividual. Al pasar de uno a dos, y al experimentar el Dos hasta el infinito (puesto que todo elemento del mundo es susceptible de ser tratado por un cuerpo de amor), el amor es el primer grado del pasaje del individuo a un inmediato más allá de sí mismo. Es la forma elemental de sublimación de la singularidad en la universalidad. Por eso, como es sabido, el amor, las historias de amor, apasionan a la humanidad desde siempre. En él se enuncia de modo elemental que vivir, lo que se llama vivir, no es reductible a los intereses individuales, sino a la manera en que el mundo se expone a "nosotros", por más limitado que sea ese "nosotros" y por más arriesgada que sea su construcción aleatoria a partir no de lo que es, sino de lo que "nos" ocurre." (Segundo manifiesto por la filosofía, 2010)

domingo, 1 de diciembre de 2013

Breve reflexión sobre el velo de ignorancia y el contrato social de Rawls

Quizás el velo de ignorancia (condición de ignorar tu status social, clase, raza, género o cualquier elemento que pueda darte una jerarquía al momento de establecer principios normativos sociales) que plantea Rawls debería ser replanteado por el pleno conocimiento: reconocer la contingencia de las relaciones y estructuras sociales y la finitud humana. Al reconocer esta condición humana nos daremos cuenta que tenemos que plantear estructuras sociales lo más equitativas posible (que permita el desarrollo de las capacidades de cada quien y que no ponga en condiciones de dominación de unos sobre otros) al momento de la renovación del contrato social. Esto porque nos daremos cuenta, incluso de una manera egoísta (sin tener en cuenta la empatía propia del hombre), que nuestras condiciones socio económicas pueden variar y para evitar perjuicios a nosotros mismos tenemos que buscar que sean lo más justo posible.
Un motivo más para la búsqueda de una sociedad justa