sábado, 15 de enero de 2011

Piedras en el camino hacia lo eterno


Siguiendo con lo reflexionado en el post anterior, debemos analizar cuáles son las dificultades con las que nos enfrentamos para poder llegar a la meta, que será el inicio hacia una nueva era, una era donde el hombre caminará con los dioses, símbolo de la eternidad que se afirma como tal sin posibilidad de ser negada y que está presente en todo el universo. Desde luego, quienes profetizamos aquel tiempo nuevo, vemos el futuro no como un acontecimiento que sucederá sino más bien como una esperanza de que así suceda. La única forma de acercarnos hacia ese futuro particular es construyendo el camino que nos llevará hacia él. Pero quizás en esa etapa de construcción modifiquemos un poco el camino, quizás descubriendo que la tierra por donde queríamos que pasara es pantanosa y que es mejor ir por otro lar para cumplir nuestros deseos. Todo esto se queda en el "quizás", palabra que enuncia nuestro tiempo, un tiempo de incertidumbre; donde vemos el ser en el tiempo con los ojos de lo dudoso, de lo que no estamos seguros de que fuera así, es así y será así. Esta poderosa palabra describe al hombre actual, aquel hombre que vive con la duda pero no quiere verla, aquel hombre que arrastra las cadenas del pasado que lo impulsan a esa ceguera voluntaria de su condición: En el pasado, se emprendieron gigantescas travesías para buscar lo que no perece, pero solo encontró polvo que se desvanece con el tiempo. El hombre de hoy ya no tiene esperanza, se encuentra en la resignación y no quiere hacerle caso a su voluntad que pide a gritos una campaña más para aventurarse a tierras desconocidas con las esperanza de encontrar las riquezas necesarias para que aquel edificio de conocimiento presente no se quede como castillo de naipes que se derrumba con el más mínimo soplido de la crítica. El quizás, además de afirmar nuestro tiempo, lo conecta con el futuro, representado por un horizonte abierto hacia cualquier posibilidad, oscuro y ambiguo actualmente, pero donde puede haber una luz que traiga la sabiduría de los dioses a los hombres.

¿Qué es lo que el hombre de hoy no quiere ver? Que todo lo que dice conocer no puedo afirmarlo de una manera contundente. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué la existencia del presente nos atormenta con demonios de incertidumbre que no nos dejan caminar con tranquilidad? Porque sencillamente, todo nuestro conocimiento actual se basa en lo que dictan los sentidos, afirmamos algo a partir de nuestra experiencia que proviene de la recolección de datos que nuestros sentidos nos proporcionan. Pero hay amantes de la sabiduría, aquellos que se dedican a buscar la eternidad, que afirman que nuestros sentidos nos engañan: Creemos que lo que vemos es real en los sueños o es simplemente una ilusión producto, por ejemplo, un espejismo. De repente en este momento estamos soñando o siendo victimas de un espejismo ¿De dónde provienen estas afirmaciones de que a nuestros sentidos les gusta jugar bromas? De los datos que hemos sacado de la experiencia sensible, es decir, de lo que nos dan los sentidos. Pero estos mismos datos dicen que lo sentidos nos engañan, entonces su afirmación tampoco se sostiene. Por lo cual, podemos concluir que hay una imposibilidad de poder afirmar la certeza de los datos de nuestros sentidos, por existir contraargumentos. Pero a la vez, estos contraargumentos no se sostienen por contradecirse a sí mismo. La negación de este último no significa la afirmación del primero. No hay pruebas suficientes para afirmarlo, por lo cual podemos decir que la información que nos da los sentidos es dudosa.

Este último párrafo será analizado a más profundidad conforme avancemos en nuestras investigaciones. Por ahora nos quedaremos con la última conclusión. Analizarla, buscando de donde proviene lo que estamos diciendo y porque es así puede ayudarnos a encaminarnos mejor en nuestro viaje. Puede propiciarnos el mapa que nos guía hacia el destino que queremos trazar.

Hemos ya establecido el problema, un problema que se planteo en los inicios de la filosofía cuando el hombre, buscando respuestas a las preguntas del sentido de su vida, decidió profundizar sobre él mismo para poder analizar la manera como podían llegar esas respuestas. Es un problema todavía no resuelto al parecer o quizás ya lo fue en alguna época, pero nadie fue capaz de darse cuenta de ello. Una vez que tenemos el problema, resulta primordial analizar nuestras posibilidades para encontrar una solución.

Es lógico preguntarnos ¿qué podemos conocer certeramente? Para luego pasar a analizar nuestras capacidades cognitivas. Un análisis serio y que nos resultados contundentes escapa de la intención de este escrito pero que sin duda lo desarrollaremos en otros escritos. Ahora bien, para hacer este análisis puedo recurrir a lo que he aprendido de la experiencia. Pero recordemos lo afirmado anteriormente: lo que nos brindan los sentidos es dudoso. Entonces es dudoso lo que puedo decir acerca de lo que puedo conocer basándome en un análisis cuyas bases se funden sobre lo que brindan los sentidos. ¿Existe otro camino? Quizá: Puedo buscar entre lo que está en mí, mi conocimiento, algo que sea certero y que no provenga de la experiencia pues lo que proviene de la experiencia es dudoso. En conclusión, podemos decir que lo verdadero será algo que no provenga de la experiencia pero que este en mí o que haya venido de la experiencia pero que haya logrado demostrar que no es dudoso este conocimiento (es decir, que una vez analizando el porqué decimos que la experiencia es dudosa descubramos que no lo es)

Cuando plantee comenzar con este escrito tenía en mente otras trabas o piedras en nuestro camino hacia la verdad; piedras que dificultarían nuestro andar pero que a la vez serían parte del camino, una vía donde progresivamente se va avanzando, descubriendo nuevas cosas conforme lo hacemos. Luego, desarrollando mi idea inicial me di cuenta que surgía una traba más profunda, que si había contemplado pero que no la conectaba con los demás problemas. Esa gran piedra que parece cortar nuestro camino hacia la eternidad es el problema de la experiencia.

Quisiera reflexionar acerca de lo que acabo de decir. Estos es una prueba de que la filosofía es un camino que se asemeja a un laberinto, muchas veces llegamos a lugares donde ya no podemos avanzar, otras veces nos damos cuenta que la vía era más larga de lo que parecía y que conducía junto con otros caminos a un mismo lugar. Yo no pretendo presentar cosas finalizadas, todo lo que escribo, si bien son ideas un tanto desarrolladas, puedo aún desarrollarlas más mientras que plasmo mi pensamiento en este papel. Debemos nunca detenernos, debemos cuestionar nuestras propias ideas para mejorarlas.

Las ideas que dieron impulso a escribir este artículo las haré visibles en otro momento por la extensión de lo que ya es visible aquí.










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